martes, 17 de julio de 2012

Consejos de papá


     Recuerdo que una noche de tranquilos vientos y luna encapotada, mi padre se sentó a mi lado para espantar curiosidades, esos fisgoneos adolescentes que atormentan e iluminan y que ahora, entre canas y bigotes manchados por la vida, se convierten en memorias imborrables.
   Papá, acostumbrado a desandar las maravillosas avenidas del tiempo, me alertó de muchas cosas, pero sobre todo a mirar de frente a la mujer que se cruzara en mi camino como un rayo de luz inesperado. Según él, todo cuanto diría, lo aprendió de un hada que alguna vez robó su amor.
   Cerciórate –me dijo- que sea una mujer que solo busque a un hombre que ame la vida, y que a su vez desee que este burle la muerte hasta enloquecerla, y que no tema lanzarse sin paracaídas a mil metros del suelo por saberse dueño de unas alas inmensas.
   Estarás en buena ruta si esa mujer que está frente a ti, busca a un hombre que guste dormir bajo la lluvia y que le seques su humedad entre tus brazos, y que busque además, a un hombre que viva cada instante como si fuese a morir mañana.
   Atiéndela –insistió-, si busca a un hombre de mirada prohibida, que no mienta cuando la amen en  sueños de noches infinitas y aterciopeladas, a un hombre que no le duela amar sus tristezas.
   Si esa mujer que se cruza en tu camino te asegura que busca al hombre que no se preocupe por los sonidos del tiempo, y derroche las reservas de los manantiales evadiendo cualquier pronóstico de sequía, no dejes de ocuparte hijo mio, sentenció.
   Préstale atención –siguió diciendo-, si esa mujer te dice que busca a un hombre que le sangren los pies por recoger romerillos escondidos con el solo pretexto de cubrirla del invierno, que la llenen de besos infinitos, y queese hombre que busca amanezca pronunciando su nombre porque ha olvidado sin quererlo, contarle una historia sencilla y le repita mil te quieros.
  No dejes de lado -comentó-, si esa misma mujer está buscando a alguien que la acompañe en sus demencias y le puedan mostrar el camino de regreso a la cordura, si necesita al hombre que recorra el mundo para regalarle un unicornio dibujado con los colores de todo el universo.
   Mi padre me aseguró que estaría muy cerca de la felicidad si encontrara a una mujer que buscara a un hombre que mire las estrellas para cerciorarse de que aún le pertenecen, que añore que le desgarren sus ropas y desnuden su cuerpo, que le besen su sombra, le redescubran con dedos inquisitivos las líneas de sus cabellos, y le susurren melodías que no existen en el tiempo.
   Aparecerá alguna vez esa mujer, hijo mío. Aparecerá en el tiempo, vestida de luces y con brillo en la mirada, y te darás cuenta porque colocará anuncios en todos los sitios posibles, en las aguas de algún riachuelo, en las nubes.
   Si esa mujer llegara a tu vida, hijo mio, no la dejes escapar, ni siquiera si llega cuando ya tengas las alas cansadas, y tengas que detener tu compás sediento, porque ese día, descubrirás que sin ella, todo perderá sentido.
   --Eso si hijo mio, exígele solo una cosa para saber que es real. Deberá venir hasta ti descalza, y sin nada que cubra su cuerpo, como signo de que nada es falso en sus reclamos.
   “Ocurrirá alguna vez, y ese día, serás el más feliz de los mortales”, concluyó papá, antes de darme la espalda y salir silbando una tonada.


Por Miguel Fernández Martínez
La Habana, 16 de Julio, 2012

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