Papá, acostumbrado a desandar las
maravillosas avenidas del tiempo, me alertó de
muchas cosas, pero sobre todo a mirar de frente a la mujer que se cruzara en mi
camino como un
rayo de luz inesperado. Según él, todo cuanto diría, lo aprendió de un hada que
alguna vez robó su amor.
Cerciórate –me dijo- que sea una mujer que
solo busque a un hombre que ame la vida, y que a su vez desee que este burle la
muerte hasta enloquecerla, y que no tema lanzarse sin paracaídas a mil metros del suelo por saberse
dueño de unas alas inmensas.
Estarás en buena ruta si esa mujer que está
frente a ti, busca a un hombre que guste dormir bajo la lluvia y que le seques su
humedad entre tus brazos, y que busque además, a un hombre que viva cada
instante como si fuese a morir mañana.
Atiéndela –insistió-, si busca a un hombre
de mirada prohibida, que no mienta cuando la amen en sueños de noches
infinitas y aterciopeladas, a un hombre que no le duela amar sus tristezas.